Gadir - Ruta de los Fenicios

La Ruta de los Fenicios

Hay algo de justicia poética en el hecho de rememorar la presencia fenicia en esta zona del Mediterráneo mediante una travesía por mar, ya que, en cierto sentido, el concepto mismo de “ruta marítima” puede considerarse de origen fenicio. Fue, esencialmente, un pueblo de navegantes y comerciantes. Si ocupan un lugar destacado en la historia de nuestra civilización, no es por sus grandes ciudades, su extenso territorio o su poderío militar. Todo lo contrario; provenían de tres o cuatro pequeñas ciudades, en una estrecha franja costera rodeada de montañas, en el actual Líbano. Su supervivencia dependía del mar.

Nave mercante fenicia
Nave mercante fenicia
Y se convirtieron en los mejores navegantes de la época, alcanzando una posición de dominio durante varios siglos, de un extremo al otro del Mediterráneo. Por cierto, ellos se denominaban a sí mismos como 𐤊𐤍𐤏𐤍𐤉, kenaʿani, cananeos, como se les denomina también en la Biblia. Los griegos los llamaron Φοίνικες – phoínikes,  los de la púrpura, muy probablemente por sus apreciados tintes.Su poder se asentaba, en primer lugar sobre la capacidad técnica para construir barcos… y navegar con ellos grandes distancias. Y en segunda lugar, por su habilidad negociadora y comercial, tanto para sobrevivir y prosperar en la vecindad de los poderosos imperios de Egipto o Babilonia, como para acordar alianzas con poblaciones diversas en enclaves remotos y establecer en la costa pequeñas “factorías” comerciales. De esa forma crearon una enorme red comercial, fundamento de su predominio. Un potente fundamento, pero que no se ve a primera vista, una red de invisibles lineas trazadas sobre el mar.
De ellos dice Estrabón: «Son los que envían la flota más numerosa y compuesta de barcos más grandes hacia nuestro mar y hacia el del exterior; aunque no habitan una isla grande ni ejercen dominio sobre una parte considerable del continente de enfrente ni poseen otras islas, sino que pasan la mayor parte de su vida en el mar» (Geografía III 5).
La travesía de la Ruta de Tanit recorre un pequeño tramo de una de esas lineas invisibles que conforman la Ruta de los Fenicios. Un barco mercante, por ejemplo un gaulos con destino a Tartessos, desde Tiro o Sidón, pasaría por Chipre, Creta, Sicilia, Útica (Tunez), Cerdeña, Ibiza y Cadiz. Durante el itinerario podría recalar en alguna de las pequeñas factorías comerciales situadas estratégicamente. El trayecto suponía unas cuantas semanas, habitualmente entre los meses de abril a octubre. Hay que tener en cuenta que estas travesías se realizaban con una gran vela cuadra, muy poco apta para ceñir al viento. Tampoco conocían la brújula. Realizar semejante trayecto de forma regular implica un gran conocimiento de los vientos, de las corrientes y de las referencias geográficas de la ruta. Además, para navegar de noche, es necesario orientarse con las estrellas: los fenicios fueron los primeros del Mediterráneo en usar la estrella Polar para la navegación. Los griegos reconocieron esa primacía, denominando Phoinike Φοινίκη a la constelación de la Osa Menor.
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Templo de Melkart en Gadir
Templo de Melkart en Gadir
Mucho antes de la fundación de Cartagena, de la ciudad de Ibiza o de la misma Cartago, ya existía un activo comercio entre Tiro y Tartessos. Alrededor del año 1100 a.C. navegantes tirios fundaron un asentamiento probablemente en forma de gran factoría amurallada, sobre lo que antaño era un pequeño archipiélago (las islas Eritea, Antípolis y Cotinusa); de ahí el nombre de gadir: fortaleza. También construyeron en la cercana isla de Sancti Petri el gran templo de Melkart, patrón de la ciudad de Tiro y protector de la navegación.
El emplazamiento de Gadir era excelente como base de intercambio comercial con toda la zona minera de Tartessos. Fue creciendo durante siglos en población y riqueza. Y también creció su importancia simbólica para el mundo antiguo, tal vez por estar situada en el límite del Mediterráneo, guardando la entrada a mares desconocidos. El mito de las Columnas de Hércules (el Herakles griego) es una evolución de la originales columnas de Melkart, con su nombre fenicio: Kalpe, la del norte (Gibraltar) y Abila, la del sur (Monte Musa). En la iconografía religiosa púnica las columnas o estelas eran muy importantes; como relata Herodoto acerca de su visita al templo de Herakles-Melkart en Tiro, “a ambos lados de la entrada había dos estelas sagradas, una de oro puro y la otra de esmeralda”. Las descripciones del templo de Sancti Petri, también hablan de dos grandes columnas ante las que los navegantes realizaban sus ofrendas.

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